La tarde del tres de noviembre se pintaba el cielo con colores majestuosos, tonalidades pastel norestenses. Un nuboso naranja perdido entre el azul rosado del cielo. Un purpura incautado en el sinfín del techo celeste y las paredes terrestres.
Las veladoras buscaban alumbrar el camino de las desaparecidas, las hojas de cempasúchil esparcidas por los escalones, confortar el dolor de las víctimas de violencia y la fruta saciar el hambre de justicia por los feminicidios.
En el ambiente se percibía el dolor y la tristeza por las que no están vivas, pero tampoco muertas. Por las mujeres que fueron violentadas, por el arrebato de la vida por razones de género que ocurren en Nuevo León, que ocurren en el país.
De enero a septiembre ocurrieron 598 casos de presuntos delitos de feminicidio a nivel nacional y 2026 presuntas víctimas mujeres de homicidio doloso según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Nuevo León, acompañado de sus tonalidades rosas, naranjas y purpuras se posiciona a nivel nacional como el segundo estado en feminicidios.
Yaretsi, Mancini, Perla son los nombres de algunas mujeres de los 50 casos que se registraron en el estado y que estuvieron presentes en el Altar de muertas para víctimas de feminicidio.
Antimonumenta
La Explanada de los Héroes se invadía por un espíritu alegre, el Festival Internacional Santa Lucia sobresalía por su escenario que cubría la fachada del Palacio de Gobierno Estatal, las familias recorrían con emoción cada metro de cantera y se reunían al centro para observar el espectáculo.
Sin embargo, La antimonumenta, pasaba desapercibida detrás de los toldos blancos de comida. A la vista de todos era invisible. Pedía que la recordaran.
Las mujeres de colectivos feministas iban reuniéndose en los escalones de la explanada, El frente Universitario Feminista en compañía de Iris Feminista y Girl Up Monterrey no abandonaban al antimonumento.
Los peldaños se iban llenando de tela morada, otra blanca y una más decorada con alusión del día de muertos. Seis piezas de papel picado animaban el espíritu rebelde de las asistentes, tres cruces rosas estaban distribuidas mientras que las veladoras eran sus guardianas.
El incienso impregnaba el ambiente. Una barrica llena de cempasúchil, cuyos pétalos eran arrancados con delicadeza para formar parte del paisaje del altar de muertas.
En la bocina sonaba “Canción sin miedo” enfrentado el sonido ambiental, al ruido de los vehículos y el bullicio de las personas. Las manos escribían el nombre acompañado de la historia de las niñas, adolescentes y mujeres que fueron víctimas de feminicidio.
Doce mujeres
Las fotos se iban recargando en las telas, los pétalos amarillos encaminaban la mirada hacia los nombres en tinta morada. El altar quedaba listo, doce mujeres cumplieron con su cometido, honrar la memoria de aquellas que ya no están.
Llegando la noche, el escenario del FISL iluminaba con un purpura tenue la cruz principal de la estructura. En cada costado seis mujeres alzaban el puño izquierdo, señal de protesta. Seguido de una serie de aplausos a las mujeres recordadas.
Antes de finalizar el evento, un megáfono pronunciaba el caso de las víctimas y sus nombres: “A nuestras vidas, a nuestras amigas, a nuestras familias, abracémonos y acompañémonos”.
El “Día de las muertas” se conmemora a nivel nacional con Altar de muertas para víctimas de feminicidio. Cada tres de noviembre para nombrar y no olvidar a las víctimas de feminicidios, así como la violencia en contra de la mujer en México y en el mundo.
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