El 7 de abril, no solo se jugará la final del campeonato nacional masculino de la NCAA, sino que también se llevará a cabo la audiencia final del acuerdo House v. NCAA a las 10 a.m. PT.
Este acuerdo histórico podría traer por primera vez un modelo de reparto de ingresos en el deporte universitario.
Un acuerdo sin precedentes
El acuerdo incluye el pago de $2,800 millones de dólares (USD) en daños retroactivos a los atletas que no pudieron beneficiarse de su nombre, imagen y semejanza (NIL) antes de 2021.
Además, redefine el concepto de NIL para incluir los ingresos por transmisiones, lo que permitirá a las universidades compartir sus ingresos por derechos de medios con los jugadores.
Cada programa de División I podrá ofrecer hasta $20.5 millones de dólares (USD) en 2025 a todos sus atletas.
Este límite de reparto de ingresos aumentará cada año. Aunque las colectivas NIL seguirán existiendo, la NCAA implementará un sistema para garantizar que los acuerdos sean a «valor de mercado justo» y no incentivos directos de pago por jugar.
Impacto en las escuelas con programas de fútbol americano
Las universidades con programas de FBS football enfrentan un dilema: si destinan la mayor parte de estos fondos al fútbol americano, sus equipos de baloncesto podrían quedar en desventaja en la lucha por el reclutamiento.
Muchas universidades planean asignar hasta el 75% de los fondos al fútbol americano. Por ejemplo, la distribución reportada de Texas Tech es:
- 74% al equipo de fútbol americano
- 17-18% al equipo de baloncesto masculino
- 2% al equipo de baloncesto femenino
- 1.8% al béisbol
- El resto a otros deportes
Esto dejaría menos de $4 millones de dólares (USD) para el programa de baloncesto masculino y solo $410,000 dólares (USD) para el femenino, reduciendo su capacidad de competir en el reclutamiento.
Oportunidad para escuelas sin fútbol americano
Por otro lado, universidades sin programas de FBS football podrían aprovechar esta estructura para fortalecer sus programas de baloncesto.
La Big East Conference ve esto como una ventaja estratégica. Su comisionada, Val Ackerman, declaró que los fondos podrían dirigirse directamente al baloncesto, ya sea mediante pagos directos de las universidades o acuerdos con terceros.
Dado que los equipos de las conferencias más poderosas no siempre dominan el torneo, esta tendencia podría intensificarse. La Big East ha ganado cuatro de los últimos ocho campeonatos masculinos.
Este año, equipos menores ya han sorprendido a grandes universidades: seis de los 14 equipos de la SEC fueron eliminados en la primera ronda, y la ACC solo mantiene a Duke en competencia.
Con un límite de $20.5 millones de dólares (USD) en reparto de ingresos, las universidades enfocadas en el baloncesto podrían ofrecer contratos más atractivos a los jugadores sin gastar la cantidad máxima.
Si un programa de la Big East solo puede repartir $10 millones de dólares (USD), aún así podría pagar mejor que universidades de conferencias poderosas, consolidando su éxito y atrayendo a más talentos.
El panorama del baloncesto universitario está a punto de cambiar, y el resultado de la audiencia del 7 de abril podría definir su futuro.