Este lunes a las 8:00 p.m. (hora local) tuvo lugar en la Casa Santa Marta, sitio donde vivió el papa Francisco, el rito de la certificación de la muerte y la colocación en el ataúd del papa Francisco. En dicho lugar también se sellaron las puertas del apartamento papal en el Palacio Apostólico.
El ritual fue encabezado por los cardenales Kevin Farrell y Pietro Parolin. Además, participó el arzobispo Edgar Peña Parra, quienes leyeron en voz alta la declaración de muerte.
El acto fue validado por el cardenal Farrell, camarlengo de la Santa Iglesia Romana, y la ceremonia duró poco menos de una hora. La primera Congregación General de Cardenales tendrá lugar el martes por la mañana, durante la cual se decidirá la fecha del funeral del papa Francisco.
Momentos clave entre la muerte del Papa y su inhumación
La reforma permite que la confirmación formal de la muerte se produzca en la capilla personal del papa en lugar de en su dormitorio.
Tras la muerte de un pontífice, el jefe del servicio de salud del Vaticano examina el cuerpo, determina la causa y redacta un informe; luego el cuerpo es vestido de blanco para ser reposado en la capilla personal del papa para el pronunciamiento ritual de su muerte.
Dicho pronunciamiento es presidido por el camarlengo, el funcionario del Vaticano que dirige la administración de la Santa Sede entre el fallecimiento o renuncia de un pontífice y la elección de otro.
El rito ya no requiere que el cuerpo sea colocado en tres ataúdes hechos de ciprés, plomo y roble, como solía realizarse en el pasado. En la actualidad solo se utiliza un ataúd de madera con uno de zinc en su interior.
Previo al funeral, el camarlengo preside el cierre y sellado del ataúd en presencia de otros cardenales de alto rango. Se coloca un paño blanco sobre el rostro del papa. En el ataúd se coloca una bolsa que contiene monedas acuñadas durante su papado junto con un relato escrito del mismo periodo, conocido en italiano como “rogito”, éste es previamente leído en voz alta.
Francisco dijo que no quiere ser enterrado en la Basílica de San Pedro o sus grutas, donde están la mayoría de los papas, sino en la Basílica de Santa María la Mayor, al otro lado de la ciudad. Ha trascendido que su elección se debe al icono de la Virgen María que se encuentra allí, la Salus Populi Romani (Salvación del pueblo de Roma).
Tras ser sepultado, la Iglesia católica tendrá nueve días de luto oficial, conocidos como los “novendiales” y luego comienza el cónclave.